Este año por el día del padre la seño nos ha mandado hacer unas tarjetas de regalo con forma de corbata. Muy bonitas, sin duda, e ingeniosas. Pero lo obligado del regalo es algo que me turba (es decir, me parece un turbante) porque se convierte en un trabajo de clase más, y eso le quita casi todo el encanto de esmerarse en hacer un regalo que refuerce los vínculos paterno filiales; para colmo, nunca falta el pelota que pregunta si el regalo puntúa para las notas (una potente metáfora de la mercantilización de los afectos de nuestro tiempo).
Y otra cosa que me confunde, ¿no se supone que los regalos se hacen porque nos apetece? ¿Y que son algo personal en lo que ponemos algo de nuestra parte? Sin embargo, estoy sentado en clase, y veo la corbata que está haciendo mi amiga Amanita (que es muy manitas) y que le está quedando estupenda, y estoy totalmente seguro de que su corbata le gustaría más a mi padre que la mía, así que ya no entiendo nada.
Aunque hay que reconocer que mis padres luego se portan, que el año pasado el joyero de macarrones le encantó a mi madre
y estoy seguro de que mi padre acabará dándome dos sonoros besos por la corbata... de Amanita
y estoy seguro de que mi padre acabará dándome dos sonoros besos por la corbata... de Amanita
Micelio Muscario y padre
www.elchikiplan.com
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario