El mes de enero huele a diciembre y a febrero. El calendario impone sus urgencias y apenas salimos de las entrañables fiestas navideñas tras la cabalgata de reyes magos ya estamos con la vista puesta en el Carnaval.
Doble dosis por tanto de atención y esfuerzo para con los niños, que son los que mantienen la ilusión y el entusiasmo en las celebraciones. Las personas más mayores, disculpen el atrevimiento, estamos un poco acartonados últimamente.
Enero es tradicionalmente el mes de la cuesta, el primero del año, el que más cuesta, y el momento de poner en práctica los buenos propósitos que tenemos pensados para el año nuevo. Este año además se rumorea que sigue la crisis.
Así que hay que establecer prioridades: lo primero subir los niveles de imaginación y fantasía, pero sólo para los adultos; los niños sin embargo necesitarían quizá más contacto con la realidad y la verdad de las cosas, más salir a la calle y convivir con otros niños y personas.
Ellos son sin duda los conductores del futuro, pero los padres son el presente y por tanto los que deciden.
Conscientes de que la educación no está sólo en las escuelas, mejor plantearse formar personas documentadas, con buen tino y mejores sentimientos. Vamos, pensando en desarrollar esto que ahora llaman ‘inteligencia emocional’, una cualidad que sólo es posible en contacto con personas humanas, con otros seres vivos y con algunos dibujos animados... y si todavía no lo tienes claro, a lo mejor deberías ver menos la tele.
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